– mi propio dibujo acerca de esta mujer –
Echo de menos bailar. Uno puede creer que trabajando como danza movimiento terapeuta una bailaría mucho, o al menos suficiente. Pero no siempre es así. Tener esta profesión no da demasiada seguridad económica o estabilidad (no se publican apenas ofertas de trabajo), así que a principios de año decidí comprarme una casa, con la ilusión de poder tener un sitio seguro para mí y una pensión asegurada.
De ahí que tengo muchos más gastos y menos dinero, y por eso no me permito apuntarme a los (carísimos) cursos de danza de Amsterdam, y por eso me quejo de que no bailo, y me quejo de que echo de menos bailar.
Pero, a mí me da que esto es una tontería.
Sí, completamente. Es sencillamente una explicación racional que me doy a mí misma para escusarme de que no bailo.
Y pienso en Ina*.
Ina es una mujer que venía a sesiones de terapia, con la cual apenas me movía. Sencillamente nos sentábamos calladas, esperando a que un tema apareciera, intentábamos indentificar emociones y practicábamos de vez en cuando un poco de técnicas de respiración.
Durante una de nuestras sesiones pasó algo que me tocó muy mucho, y me movió por dentro. Después de estar hablando acerca de las dificultades de sentir alegría en su vida, propongo unas cuantas ideas para cerrar la sesión. Algo más experiencial, más en movimiento, para que practique el darse also a sí misma.
- Le pregunto si quiere escribir una pequeña carta para ella misma. Es una mujer muy inteligente y racional. Rechaza la idea.
- Le ofrezco pintar una pequeña postal para ella misma. Una opción un tanto más arriesgada ya que incluye creatividad y expresión. No me sorprende cuando también se niega.
- Mi última opción, claramente la más improbable de todas en aceptar, es si quierebailar. Simplemente sentadas, un pequeño baile como final.
Sonríe.
Y se queda callada.
Con una gran melancolía me explica que bailar es para su «vida real». No para esta vida ahora, bailar es solo para su vida real, para la vida que podría haber tenido. Para la vida cuando aún tenía planes, y sueños, y aún era fuerte.
Acepta que bailemos. Casi no me lo puedo creer.
Con la música suave de Yann Tiersen, mueve conmigo sus brazos y sonríe. Le ofrezco que guíe ella, que lidere el movmiento, pero dice que no. Lo intento dos veces pero no quiere, prefiere seguirme a mí. Al final, me explica muy asombrada que le ha gustado mucho pero no entiende el porqué. La invito a no tratar de buscar razones para todo y que simplemente se quede con la sensación. Me explica que hace mucho, hace media vida, alguien le dijo exactamente lo mismo.
Desafortunadamente, esa fue la única vez que bailamos en todo el tratamiento.
Y yo? No estoy viviendo una vida real?
¿Porque estoy esperando y quejándome de que no bailo? ¿Por qué me critico por no tener el dinero, o la disciplina, o la formación, o simplemente la energía para salir y bailar?
¿Estoy yo también entre esas líneas negras de la pintura? ¿Apretujada en mí misma?
¿Porqué dejamos cosas que queremos hacer para otros momentos? ¿Para mejores momentos?
El tratamiento con Ina se terminó hace dos años, pero he decidido llamarla esta semana y preguntarle si quiere bailar conmigo una vez más.
*Todos los nombres son pseudónimos. Estos cortos fragmentos sacados de sesiones de terapia sirven el único propósito de: -Reflexionar acerca de mi propia situación en relación con mis pacientes; y – Ilustrar lo que la danza movimiento terapia puede ser. Ningún fragmento contiene información identificable.
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