Hace tres días, un martes me junté con unos amigos de amigos en un bar de Amsterdam. Todos ¨skilled migrants¨, vamos inmigrantes de toda la vida pero con buenos estudios y buen trabajo. Casualmente todos del sur de Europa: griegos, un chico turco, mi amiga madrileña y yo.
A mitad de la viva conversación, entre coñac, vino y cremita de verduras (yo soy la de la cremita de verduras jaja) el chico turco (que estudió matemáticas, de unos treinta y pico años y con un muy buen trabajo en Google), explicó un modelo muy interesante. Un triángulo.
Un triángulo dónde un vértice es Energía, otro Tiempo, y otro Dinero.
- Resulta que cuando somos jóvenes tenemos energía y tiempo pero no tenemos dinero.
- Cuando somos más adultos, como este chico turco, tenemos energía y dinero pero no hay tiempo para nada.
- Y cuando somos viejitos tenemos tiempo y dinero pero ya no nos queda tanta energía.
Paradoja o putada de la vida moderna en los países occidentales.
El chico turco se daba cuenta de que no tenía tiempo. Y cada vez conozco a más gente que se siente un poquitín ahogada en el triágulo.
Vida OCUPADA vale más
Hace dos meses me sentí avergonzada cuando una nueva trabajadora, una psiquiatra holandesa de mi compañía, en su primera introducción formal, me preguntó muy curiosa:
-Ah sólo trabajas tres días a la semana, ¿y qué haces con el resto del tiempo?
En ese momento me sentí acorralada, me sentí de repente avergonzada y me escuché a mí misma diciendo que tenía algunos proyectos con mi ONG, y que iba a estudiar un Master y patatín patatán. Cosa que no era completamente cierto en ese momento.
Me ví mintiendo para poder dar una imagen de ciudadana ocupada.
Busy busy busy. Eso se lleva mucho. ¨-¿Quedamos? – Uy es que estoy muy muy liada.¨
Pues ya no. Ya no me siento avergonzada. Soy feliz trabajando tres días, 27 horas semanales, (75% de la jornada permitida de 36 horas en Salud Mental en Holanda).
Sí, tengo cuatro días ¨de fiesta¨ a la semana, y no tengo porqué llenarlos. Los puedo disfrutar estudiando, leyendo, limpiando mi casa, cocinando, hablando con mi familia por teléfono, viajando, lo que sea.
Sí, cobro menos. Cobro poco comparado con lo que la mayoría de los ¨skilled migrants¨cobran por una jornada completa. Pero tengo todo el triangulito para mí.
Tengo dinero.
Tengo tiempo.
Y tengo energía.
Afortunada de la vida, una.
Y bueno unas especulaciones finales: igual si todos trabajásemos un poquitín menos, más gente podría trabajar, y más gente podría disfrutar de todo el triangulito durante la edad adulta. Yo, por ahora, ya sé qué responderé la próxima vez que alguien me pregunte qué hago con el resto de mis días.
Y aquí algunos artículos relacionados:
«Why working fewer hours would make us more productive»
«10 reasons for a shorter working week»
http://neweconomics.org/2014/07/10-reasons-for-a-shorter-working-week/