Danza terapia con gitanas de Rumanía y sus niños

Danza Terapia materno infantil: Gitano rumanas y sus bebitos

GypsyTraditionalWomen
Hace más o menos un año ya, bailé con un grupo mujeres rumanas y sus bebitos. Fue la primera vez que llevé a cabo una sesión así. Sí, ya había dado clases de danza, pero aquí ni siquiera podía mencionar que se trataba de danza, las trabajadoras sociales dijeron que utilizara «movimiento» o «ejercicios», la palabra danza les cohibía, ¿pecado, algo impuro o indigno tal vez?

El taller consistía en trabajar el vinculo entre la madre y el hijo, que en estas comunidades suele ser un poco inestable, por no decir bastante incompleto.

Así que allí fui yo, a Santa Coloma, una ciudad periféricá de Barcelona, con todo mi plan preparado, los ejercicios preparados, las canciones que iba a usar y una bolsa llena de pañuelos.

Unas siete mujeres, muy ornamentadas en su estilo,  con uno o dos niños cada una. Muy sonrientes y con ojos brillantes. Y los canijos, preciosos de entre 1 y 3 años, con vestidos rimbombantes y muy revoltosos.

Difícil. Fue complicado. No me hacían caso, algunos niños lloraban, otros se separaban de sus madres y ellas se enfadaban, otras pasaban, otras se me pegaban demasiado. Un cacao. Y eso que las dos trabajadoras sociales estaban conmigo.

Adiós.

Adiós a todo el plan estructurado, lo importante era sencillamente estar allí, muy presente y ver que surgía.  Improvisar pero con un objetivo claro: Reforzar la unión entre mama y nene.

Así que saqué los pañuelos de colores de la bolsa. Uy qué euforia. Se los engancharon por la cabeza, a ellas mismas y a sus hijos, estaban encantadas. Bonita imagen multicolor.
Y se me ocurrió que la mamá tomara una punta del pañuelo y el hijo la otra punta, primero la mama guiaría y luego el nene.

Reciprocidad, acción-reacción,  guiar y dejarse guiar…

Uy María – pensé – esto no va tan mal.
Y no, en definitiva no fue nada mal. Una semana más tarde las trabajadoras me felicitaron. Jo. Sí. Cada vez estaba más requetesegura de que la danzaterapia era para mí.

Terminamos todas en círculo, sentadas en el suelo. Cantando una nana, Yemaya Asesu.
Mientras yo les decía que se la cantaran a sus nenes. Que les acariciaran las cabecitas. Que les miraran a los ojos. De verdad. Que les miraran de verdad.

Porque a todos nos gusta que nos miren de verdad.
Porque a todos nos gusta que nos digan con los ojos:
te veo, estoy aquí, estoy aquí para ti.

Mil gracias a Laura Calderón Martínez y al Casal Dels Infants de Barcelona