«La danza tiene como objetivo la expresión de los movimientos más» nobles y más profundos del alma humana: esos que surgen de los dioses que hay en nosotros.»
«La danza debe implantar en nuestras vidas una armonía que brilla y palpita…»
El cuerpo sensual
«Isadora Duncan no se plantea un ir más allá de ese primer nivel de cognición. Para ella no tiene sentido el camino ascético. Al contrario, la danza es una actividad sobre todo sensual. El cuerpo comulga con la naturaleza por medio de la mimesis, es decir, de la transformación originaria en no-yo por medio del ritmo y el movimiento, con una intencionalidad no chamánica, no mística, sino puramente sensual. »
Duncan sueña con una danza «que sería una sutil traducción de la luz y la blancura». Lejos de adherirse al pesismismo schopenhaueriano, Duncan propone, como Nietzsche, una imagen alegre del cuerpo como lugar de encuentro de la naturaleza y la cultura.» (Jose Antonio Sanchez – El arte de la danza)
¨El divino cuerpo pagano, los labios apasionados, los brazos abandonados, el suave sueño refrescante sobre los hombre del ser amado:todos estos placeres me parecían deliciosos e inocentes. Habría quien se escandalice. Pero no sé por qué, si tenemos un cuerpo que nos proporciona cierta suma de dolores (…) yo no sé por qué cuando la ocasión se presenta no vamos a extraer de este mismo cuerpo un máximo placer. ¨ (Mi Vida, Isadora Duncan 1927)
Fuerza y belleza de sus cuerpos
«¡Oh, qué campo tan amplio la está esperando! ¡No sienten que está cerca que esté llegando, la bailarina del futuro! Ella ayudará al género femenino a alcanzar un nuevo conocimiento de las posibilidades de fuerza y belleza que hay en sus cuerpos, y de la relación de sus cuerpo con la naturaleza terrestre y con los niños del futuro. Ella bailará nuevamente el cuerpo emergiendo de siglos de desmemoria de la civilización, emergiendo no en la desnudez del hombre primitivo, sino en una nueva desnudez, ya no en guerra con la espiritualidad y la inteligencia, sino uniéndose a ellas en una gloriosa armonía.»

La desnudez servía no para mostrar la contingencia del cuerpo, no para estimular el deseo, sino para hacer aparecer, en clave simbolista, lo que queda más allá de la piel y de la carne. Los espectadores de la época quedaban impactados por la capacidad de Duncan para hacer visibles los impulsos interiores, las vibraciones del alma. Y en esto Duncan sí que podría estar yendo más allá del postimpresionismo y del simbolismo para aproximarse a la idea de los primeros expresionistas, al entender el cuerpo no como instrumento para la producción de figuras visibles, sino para la transmisión de impresiones profundas o vibraciones anímicas. (Kandinsky 1910)
«En esta escuela no enseñaré a las niñas a imitar mis movimientos, sino a hacer los suyos propios. No las forzaré a estudiar ciertos movimientos definidos, las ayudaré a desarrollar aquellos movimientos que sean naturales para ellas. «
«No quiero cincuenta, ni quinientos, sino cinco mil alumnos. El arte es juego, es arte, salud, alegría, poesía. ¡Desearía que todo el mundo bailara conmigo! Y que todos, con sus idiosincrasias, sus desilusiones y sus pasiones, vinieran conmigo para disfrutar de una existencia más placentera.» (Mi Vida, Isadora Duncan 1927)
Fuente
Isadora Duncan en «El arte de la danza y otros escritos»
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